jueves, octubre 19, 2006

respiro pasado y siento que me llama.
de pronto me veo con vestidos de finales del siglo pasado.
tengo en la cara una lágrima y una sonrisa,
en el corazón un tatuje, una herida y dos olvidos,
y en el bolsillo un agujero y un silbido.

corro, corro como nunca lo hice...
está desierta la calle,
las ventanas cómplices me siguen;
el empedrado se hace cada vez más estrecho
y dificulta junto a los encajes mi camino.

no sé si corro al encuentro de alguien o de algo,
o es que huyo de esos pasos que me siguen.

las luces de las casas, me encandilan cada paso,
marean mis sentidos, pero no puedo detener mi paso.

madre... eres quien viene por mí?
o es que eres mi fantasma?

cómo sabré si he llegado, o si me alejé lo suficiente?

siento un sonido ronco y seco.
que es la escopeta de Hemmingway,
penetra mis oídos y se convierte en un bajo contínuo
(siempre fui buena para lo sacro, lástima mi esencia
irreverente y concupiscente)

será que voy en busca de la muerte o que la llevo en el saco?

quién me mueve a agotarme en este tiempo sin reapirarme siquiera?

mi lectura es poco menos coheliana
al buscar razones metafísicas del por qué de mi carrera
y siento verguenza de mi misma
y de los libros de autoayuda

cuando pienso todo perdido, cerrado e inevitablemente vano...
veo unos ojos, dulces ojos
inmensamente marrones y llenos de fe...
me miro en ellos,
me encienden,
me quemo
despego mi alma del suelo
y bailo con sus pupilas.
ellos no me juzgan, solo aman
me aman...
espejos que saben su soledad y su destino partido
no preguntan, solo cobijan
respetan mi cobardía
y sufren en silencio esa ausencia...

ojos... ojos, boca, células, carne
descansen ya...
duerman y crezcan en mi vientre.

1 comentario:

Andrea Del Testa dijo...

te quiero mucho mi Dulcinea!

.. tu hidalgo italiano!!!