lunes, diciembre 18, 2006

DEVELOS 1
Despierto entumecida con el frío que se escurrió entre mis sábanas; apenas puedo abrir los ojos por la luz amarilla del farol de la calle, que tirita junto conmigo en esta típica madrugada de verano paceño. Me arrastro hasta coger una punta de esa vieja toalla rosa con franjas blancas y me envuelvo en ella evitando recordar que aún sigue húmeda.
La lluvia paró, pero aún puedo escuchar cómo caen las gotas de agua de los techos intentando nerviosamente hacerse riachuelo. Llevo la misma sensación del final de un aguacero: busco ser cauce, que despierte en tus orillas, se pierda en tu profundidad y geste maravillas.
¿Cuántas miles de millas tendré que viajar? Me pregunto mientras enciendo un cigarrillo sentada a contraluz en la ventana. Cordilleras y destierros señalan el camino. Me inundo en tus recuerdos que cada vez se hacen más evidentes y groseramente me impiden cerrar la adarga y levantarme del piso. Se hacen carne y se acarician, me seducen, se aparean, me abrazan, se ríen, se multiplican.
Mi piel, que tantas veces se te entregó, una vez más espera impaciente ir a tu encuentro, ser tu balsa y tu océano, ser tu oráculo y tu ofrenda, tu espejo y tu reflejo, cristal y palo santo, silencio y resplandor de herida añeja.
El anhelo se vuelve certeza y evita que emprenda camino; reposo quieta pero en estado de apronte, esperando se cumpla el conjuro, y que cuando apenas cierre los ojos llegues montado en tu aurora boreal; entrarás a tientas a este cuarto húmedo, sigiloso pero dulcemente seguro, tropezando entre poemarios, lagrimitas, ropa y juguetes regados.
El pensarte hace que mi lado pudoroso baile un son con el perverso y obsceno: los veo girando en contrapunto, elevándose, riendo cómplices ante lo inevitable de este encuentro… así como cuando escuchan tu voz recorriendo mis desquicios, o cuando sienten tu mano traviesa entre mis piernas, cuando me miras y finjo estar dormida, o cuando canto para ti y simulas no estar conmigo, como cuando revuelvo tus hojas y sonríes desvalido, como cuando te busco bajo la almohada y no siento tu latido, como cuando blasfemo contra la tecnología, que conspira para no encontrarte, como en este mismo instante, en que mi respiración se hace lenta y tus amarras ya no me lastiman. Las palabras que tatuaste y fundaron mi cuerpo germinan y se hacen flores, despiden aromas que atraen pájaros, poblando mi piel de colores y trinos, hacen que sienta náuseas de tanta felicidad agolpada, instalada e invadiendo toda su geografía. Soy incapaz de defenderme, caí en la cursilería de sentirme querida y de necesitar tu mirada y tu sonrisa, de esperar, de desesperar, de balbucear frases tontas, de ignorar distancias, años y quien sabe amores reales, de derretirme al tenerte mi lado y convertirme en una adolescente mutante apenas tus labios rozan mi mejilla.
Siento el rechinar de la puerta, mi pecho salta, de mi boca brotan mariposas… fingiré estar dormida y tú, no haber venido.